Los rayos ruborizados del amanecer, atravesaban finamente la neblina que reinaba, ya familiarizada con el lugar.
Su cabello rojizo y rebelde acentuaba la tez pálida que se escondía tras varias capas de mantas que cubrían su cuerpo tíbio. Lentamente y con sumo cuidado decidió incorporar su mente y quizás con un poco de suerte, también cuerpo. Al menos hasta el punto que pudo. El intento de mirar a su alrededor no fue una idea muy sabia. La cabeza le daba vueltas, el mundo giraba y aquellos pequeños trozitos de recuerdos que aún le quedaban de la noche anterior, que intenaba asiocar como un puzzle imposible, la abrumaban misteriosamente. Alcohol, mucho alcohol, más alcohol, drogas, música, chicos juzgando, parejas bailando, más música, cortinas de humo, de qué, eso es un misterio. Más música, dormitorios oscurecidos y sofás sin sitio. En fin, un sábado como otro cualquiera en algún lugar de Nueva York.
Una mañana preciosa de domingo. El inicio del fin. La realidad se esfuma poco a poco, y la última conversación con su médico la golpea otra vez, como una puñalada lenta, utilizando todos los sentidos, intentando hacer más daño en una vida irreparable. Demasiados errores cometidos y poco tiempo para marcharse. Marcharse más allá de lo que ella imagina, más allá de lo conocido, para entrar en un mundo silencioso, sin las tardes crepusculares, ni puntos de esperanza brillantes que aguardan esperando como protectores sobre tí, desde una plataforma oscura y llena de colores fascinantes, formas de vida desconocidas y lo onexplorado. Allá, no hay ese placer de escuchar el sonido de varias notas consecutivas harmonizando y descontrolando, con ternura y fuerza cada uno de tus sentidos. No existe el tacto de un hielo pegajoso y frío de formas extrañas, una superficie lisa y cristalínea con espejo propio, al que todas las sombras envidian. Allá...no hay nada. Es un vacío que nadie llega a comprender ni demostrar. Sólo creer. Todo se basa en creer, en escuchar y en entender. Ella cree que permanecerá via en su música, escucha todo lo que quiere escuchar y trata de entender todo lo que se le dice, procesar la información y sacar nuevas conclusiónes, es decir, pensar. Pero sólo sabe, que probablemente en una semana, ya casi nadie la recordará. O al menos, ése.. era el plazo máximo. Una semana... a la mierda todo.
Parece la primera en levantarse, ya que no hay ningúna otra señal de vida exceptuando los gemidos que suelta su mejor amiga Avalon de vez en cuando. Estaría soñando con su novio, pensó. El desorden, gente desconocida tirada por el suelo durmiendo, los sofás y demás, mantas por todas partes, botellas de cerveza en la mesa, ceniceros llenos... en fin, alguien tendrá mucho trabajo.
Torpemente busca el baño para darse una ducha fresca. Aún dulcemente adormecida, deja que el agua helada la acaricia finamente, cortando su respiraciónn y desmotivando su calor. Toma la primera toalla que su vista alcanza y una camisa negra. Ya la devolveré, piensa. Se pasa un peine por el pelo rebelde, se moja la cara cepilla os dientes, y parece lo mínimamente decente. Al salir, sigue sin desperterse nadie. Busca sus vaqueros (que estaban en el otro extremo de la habitación) con la esperanza, de que exista café en esta casa. Suerte la suya. Con un café bien cargado y tabaco, sale a la terraza a observar una mañana Newyorkína. Al apoyarse en las rejas, se da cuenta de que no está sóla.
-Eres madrugadora... -Él, estaba sentado en una de las sillas que rodeaban una mesita roja. El no llevar camiseta, delataba su cuerpo perfectamente esculpido, musculoso, de una piel con aspecto tan suave, que es difícil resistirse a la tentación de acariciarlo. Su pelo acstaño oscuro caía alborotado sobre su frente, un cabello que llegaba hasta los hombros, bailando con el viento rebeldemente. Y por supuesto, guapísimo.
-Buenos días a tí también. -Sonrió dulcemente, mientras seguía observándole atontada.
-Me llamo Jackson, pero llamame Jack. -Se levantó y se acercó a ella, observando sus ojos verdes que resaltaban en contraste con el cabello rojo intenso, atentamente.
-Lo sé.... yo soy Ced. Cednia, en realidad.
-Me lo habían dicho... -susurró. Sus manos se rozaron levemente y ella aparto la mirada e él, sonrojada completamente.
PD: Creo que tengo la continuación.
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